19 noviembre

Fundamentos de la alimentación cruda

Se considera que una persona se somete al régimen crudivegano cuando el 70% o más de lo que ingiere cada día es crudo, no ha sido sometido a temperaturas que sobrepasan los 42º.

Algunas páginas de Internet nos alertan de los peligros de dicha dieta: desnutrición, anemia, pérdida del cabello, caída de los dientes...

Irene Bueno, quien promueve la dieta amucosa, nos explica que una alimentación crudivegana demasiado pura provoca torrentes de toxinas en la sangre, difícilmente controlables por el organismo. Llaman a este fenómeno crisis depurativa. Por ello insiste en la ingesta combinada de crudos y cocinados neutros, es decir, no acidificantes, y en la práctica habitual del ayuno intermitente.

¿Por qué es vital esto último? Porque sólo eliminamos toxinas en los momentos en los que el aparato digestivo no trabaja. Si nos pasamos el día comiendo no habrá eliminación eficaz y las ocho horas nocturnas, consagradas a la depuración y restablecimiento de las células dañadas, habrán sido insuficientes.

Hoy en día los focos de contaminación son múltiples: pesticidas, aditivos, colorantes y conservantes, comida chatarra, metales pesados que flotan en el aire y en el agua...

Por ello debemos procurar mantener una dieta que no nos intoxique aún más y que permita la depuración de los órganos internos.

Eva Roca, en su espacio Crudivegania, nos aconseja dividir el día en dos períodos:

1) De 19 h a 1l h, momento de ayuno; el cuerpo podrá realizar su labor depuradora.

2) De 11 h a 19 h, momento de ingesta, pero no más de dos comidas diarias.

En ellas la fruta debe constituir la base, sin que falte la clorofila de las hojas. En cuanto a las grasas y aminoácidos esenciales, podemos obtenerlos a través de los frutos secos, el lino molido, el aguacate y el aceite de oliva.

Una dieta en la que comemos menos, nos habituamos a sentir hambre y absorbemos gran cantidad de líquidos: agua pura, batidos verdes e infusiones.