17 octubre

Primeros pasos de Adán y Eva

Con frecuencia se interpretan los versículos de la Biblia, no de manera literal, sino en su sentido figurado, pues el mismo Jesús dice en los Evangelios que se expresa mediante parábolas para ser comprendido de las gentes, «quienes tienen oídos, pero no oyen, y tienen ojos, pero tampoco ven».

También el Antiguo Testamento necesita muchas veces ser descifrado, su lenguaje posee doble, triple sentido.

En esta ocasión me voy a detener en El Génesis, obra que da comienzo a los muchos libros de que se compone la Biblia. Cuando Adán y Eva son expulsados del Edén por haber comido del árbol prohibido (el árbol del bien y del mal), tras haber seguido los consejos de la nefasta serpiente, no debemos interpretar este pasaje de forma literal.

Por mi parte, os propongo una interpretación que acaso será discutible, o que a lo mejor ya ha sido expuesta en otras ocasiones, por autores que nunca he oído mencionar. Con todo, he aquí mi exposición:

El fruto prohibido no es en realidad una manzana, sino un conjunto de alimentos que son corrientes desde, por lo menos, la época del Neolítico, a saber: la carne, los pescados y los cereales. En efecto, comer estos alimentos suponía abandonar el régimen frugívoro que nos caracterizaba, con la consecuencia inmediata de la expulsión del paraíso. La Tierra entera deja de serlo, para convertirse en un lugar dedicado a la caza y el cultivo de los campos, puesto que la ingesta de cereales implica la previa selección de granos, el arado, el sembrado y la recolecta. Es decir, se cumple de manera lógica lo que había sido tomado por un castigo divino: «Te ganarás el pan con el sudor de tu frente». No olvidemos que el pan se elabora siempre con cereales, se necesita para ello trabajar la tierra (expulsión, pues, del paraíso), mientras que con el anterior régimen frugívoro bastaba con alargar el brazo para recoger el fruto delicioso, colgado de las ramas de los árboles. Nuestro cambio de dieta supuso, por consiguiente, una transformación radical en nuestras relaciones con el entorno.

De esto se deduce que los castigos de Dios impuestos a la primera pareja de humanos no lo eran, sino meras consecuencias del cambio de hábitos: la necesidad de trabajar, el destierro, el parto con dolor, la lucha constante con la serpiente, símbolo de las plagas que regularmente azotarán a las plantaciones y al ganado. El hombre, al experimentar la necesidad de comer carne, traiciona la palabra de Dios; las consecuencias no tardan en aparecer: surgen los remordimientos y la conciencia de estar desnudo ante el Todopoderoso. A partir de ahí, éxodo, trabajo, sudor y lágrimas. Y celos, pero esto vendrá más tarde, con la llegada de Caín y Abel, los dos hermanos que quisieron agradar a Dios, siendo el primero agricultor, el segundo pastor y ganadero.

En lo que respecta al árbol del bien y del mal, yo lo interpreto como la irrupción de las leyes y las costumbres, que hacen el distingo entre lo que se debe y no se debe hacer, lo que está bien y lo que no está bien para una comunidad en movimiento, cada vez más grande. Son los primeros tiempos de las primeras civilizaciones: el hombre, por el hecho de vivir agrupado, abandona su ingenuidad primitiva, su estado apacible del alma, para entrar en competición consigo mismo y con los demás. Las reglas de convivencia se vuelven, entonces, inevitables. Y de esta necesidad de distinguir lo bueno de lo malo surgen los doctos, los entendidos, y los no doctos, las personas que no saben. A partir de ahí se desarrollarán las divisiones sociales, dentro de las cuales el ser humano se desenvuelve. Clanes, tribus y familias surgen de manera lógica y encadenada, como una pieza de dominó que arrastra con su caída a las otras.

Por último, cuando Dios dice a Eva que vivirá sometida al imperio del marido, en realidad está anunciando el paso de un régimen de matriarcado a un régimen de patriarcado; cambio exigido, tal vez, por la nueva situación que deben afrontar los protagonistas: la irrupción de la fuerza para el cultivo de la tierra y el pastoreo, la violencia en las guerras con otras tribus y el descuido de los sentimientos delicados, que muy pronto son tenidos por signos de «flaqueza».

Adán y Eva simbolizan la pareja que se emancipa, abandona el clan de los frugívoros, para consagrarse en adelante a una vida dura de trabajo, destierro y tribulaciones. Y todo, ¡por haber probado en mala hora los granos que Dios había reservado en exclusiva a los pájaros!

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