13 febrero

Todo sobre la leche

Fuente: https://luz-kaliha.blogspot.com/

Los mamíferos son un orden de animales cuyas hembras poseen unas glándulas especiales (mamas), destinadas a alimentar a sus crías en las primeras etapas de su vida. La leche está hecha, y es específica en su composición u bioquímica, para el metabolismo de la especie animal concreta, es decir para las crías de la madre. Una vez que la cría alcanza un desarrollo suficiente, la leche es abandonada y no volverá a ser utilizada en la edad adulta.

Terminado el periodo de lactancia, todo mamífero pasa a tomar la alimentación propia del animal adulto. Sólo el hombre pasa de la leche propia a la leche de otra especie animal. Sólo el humano, que al fin y al cabo también es un mamífero, comete la excepción de seguir tomando leche una vez destetado.

Lógicamente, el contenido de la leche de vaca no es el mismo que el de la leche humana porque tenemos metabolismos muy distintos; aunque el aspecto blanquecino puede dar la falsa impresión de que todas las leches son iguales. El contenido en grasas y proteínas de la leche de vaca resulta excesivo para el humano, y las proporciones de glúcidos y minerales también son distintas. Por otro lado, la leche sirve de vehículo de transmisión entre madre y bebé de una variedad de hormonas, anticuerpos y otros factores inmunológicos propios de cada especie. Es ridículo pensar que no obtendremos el suficiente calcio si no seguimos tomando leche. Éste se obtiene de la alimentación natural propia de cada especie. ¿Por qué se da entonces tanta deficiencia de calcio en los actuales seres humanos? Porque no seguimos la alimentación propia de nuestra especie, sino otra muy acidificante, la cual nos hace perder calcio para neutralizar dichos ácidos, y porque ingerimos comestibles desnaturalizados que nos roban calcio, entre otros minerales, y vitaminas: azúcar, cereales y harinas refinadas, bebidas gaseosas, carnes, proteína animal en exceso, etc.

De hecho, las poblaciones que consumen más productos lácteos tienen más incidencia de osteoporosis, fracturas de cadera, etc. Por el contrario, las que no los consumen, como China, Japón y otros países asiáticos, apenas padecen de osteoporosis.

Como una vez destetados ya no necesitamos leche, la enzima que fabricamos para digerir la lactosa, llamada lactasa, va disminuyendo hasta desaparecer; con lo que no se digiere. Cuando alguna sustancia no se digiere adecuadamente, fermenta en el caso de los azúcares o hidratos de carbono; o se pudre en el caso de las proteínas. Y tanto la putrefacción como la fermentación dan como resultado numerosas y diversas toxinas: intoxican primero a los intestinos y luego a todo el organismo.

Dado que el bebé y las crías de los mamíferos en su fase de lactantes reciben un alimento altamente especializado, la naturaleza crea mecanismos para que se aproveche al máximo este nutriente perfecto. Para ello fabrica los péptidos opiáceos de la leche, que incrementan la permeabilidad intestinal, o sea “abren” la malla filtrante: la mucosa de los intestinos. Si bien la del intestino delgado está diseñada para evitar el paso de alimentos no digeridos o sustancias tóxicas, en los bebés y crías no existe riesgo al ser la leche materna un alimento perfecto y totalmente digerible. Por ello, la mucosa se hace más permeable, a fin de no desperdiciar ni una sola gota de este nutriente vital, asegurando la absorción de los factores de crecimiento presentes en la leche materna. Este mecanismo se convertirá en uno de los más grandes problemas del adulto que continúe ingiriendo péptidos opiáceos, ya que pasan de los intestinos a la sangre sustancias no digeribles y tóxicas, y de ella hacia diversas partes del cuerpo, las cuales no deberían pasar sino que deberían continuar su trayecto hacia el intestino grueso para su excreción mediante las heces.

La leche contiene diferentes péptidos opioides enmascarados en proteínas (caseína, lactoalbúmina, beta-lactoglobulina y lactoferrina). Estos péptidos también tienen la función de generar una dependencia del bebé o la cría hacia la madre y un estímulo para consumir la leche. Además, los tranquiliza y los duerme. En los adultos genera apatía, adormecimiento, lentitud y enlentecimiento mental.

Pero aún tienen más inconvenientes los péptidos opiáceos, uno de los cuales se desarrolla en la función intestinal. Por un lado, la capacidad adormecedora de estas sustancias “anestesia” vellosidades y paredes intestinales, provocando estreñimiento y constipación. Es sencillo constatar la masificación de este padecimiento y las graves consecuencias populares en tanto que desencadenante del ensuciamiento corporal. Por otra parte, el incremento de la permeabilidad intestinal potencia aún más este problema. Los alimentos no digeridos y las sustancias tóxicas se retienen por causa del estreñimiento, al mismo tiempo que la mayor permeabilidad facilita su rápido ingreso en el flujo sanguíneo. Y como crean dependencia, son difíciles de abandonar. Al poco de dejarlos, se experimenta el mismo síndrome de abstinencia frecuente en los adictos a las drogas: temblor en las manos, irritabilidad, sensación de vacío, etc. No es casualidad que muchos alimentos, incluidos cárnicos y saborizantes, incluyan dentro de sus componentes proteínas de la leche; esto garantiza fidelidad al consumo.

Así pues, la enzima “renina” que fabricamos para digerir la proteína más abundante de la leche, la caseína, disminuye después del destete hasta desaparecer por completo. Por lo tanto se pudre, puesto que es una proteína, de cuya putrefacción se derivan toxinas; desencadena el proceso antes explicado con la lactosa. Además, si se ingiere con otro alimento lo envuelve, forma una capa gruesa a su alrededor que no deja paso a las enzimas digestivas; por ello no se digiere correctamente: fermentará o se pudrirá, lo que acarrea toxinas, hinchazón abdominal, gases, malas digestiones, estreñimiento, etc.

Ahora, pasemos al agravante de que se trata de leche de vaca, con lo cual aumentan los problemas.

Ésta posee mucho más contenido proteico que la humana. En todo tipo de leche existe la proteína llamada “caseína”; pero en la de vaca hay trescientas veces más caseína que en la leche humanas. Además, la caseína de la de vaca es de otro tipo: es una molécula mucho más grande, una macromolécula. En el estómago se coagula, forma grandes copos densos, difíciles de digerir y adaptados al aparato digestivo de la vaca, que tiene cuatro estómagos.

Una vez dentro del organismo humano, esa densa masa viscosa impone al cuerpo un tremendo esfuerzo para librarse de ella. Dicho de otra manera, para digerirla se requiere una enorme cantidad de energía. Lamentablemente, esa sustancia viscosa se endurece en parte y se adhiere al revestimiento del intestino, impidiendo así que el cuerpo pueda absorber otras sustancias nutritivas. Resultado: letargo. Además, los subproductos de la digestión de la leche dejan en el cuerpo gran cantidad de mucus (moco) tóxico, muy acidificante, el cual se almacena parcialmente en el cuerpo, en espera del momento en que éste pueda eliminarlo.

Nuestro cuerpo tiene dificultades para asimilar las proteínas extrañas de la leche de otro animal; muchas de ellas además son alérgenas (dan alergia sin darnos cuenta), con lo que si la tomamos asiduamente nos va a dar muchos problemas, y como el sistema inmune se ve totalmente alterado va a provocar muchas otras alergias: al polen, polvo, pelo de los animales, gramíneas, etc. La leche de cada especie contiene los anticuerpos propios de dicha especie para proteger a la cría, que son distintos a los de otra especie; por lo tanto, al ingerir estos anticuerpos no reconocidos, nuestro sistema inmune se desestabiliza.

El calcio de la leche no lo asimilamos bien, es más nos hace perder nuestro propio calcio. Nos dicen que cuando carecemos de calcio tenemos que beber leche porque en ella hay mucho de eso; lo que no nos dicen, sin embargo, es que para digerirlo y metabolizarlo tenemos que deshacernos primero del fósforo que contiene, y que para procesar y eliminar este fósforo necesitamos calcio. Puesto que la leche de vaca contiene más fósforo que calcio, los huesos, los dientes y los músculos han de suministrar el calcio adicional necesario. Este simple hecho hace que la leche sea un importante alimento que contribuye a la pérdida de calcio. Tampoco posee la proporción entre calcio-magnesio que nosotros necesitamos para absorber y asimilar bien el calcio, y por lo tanto que nos sea aprovechable. Todavía más, el calcio que hay en la leche de vaca es mucho más tosco que el contenido en la leche humana y está asociado con la caseína, lo cual impide que el organismo lo absorba. Además, la mayoría de los bebedores de leche y comedores de queso consumen productos pasteurizados, homogeneizados o sometidos a alguna otra forma de procesamiento, que degrada el calcio y lo hace sumamente difícil de utilizar.

Es importante entender el papel que desempeña el calcio en el organismo humano, además de formar parte de la estructura de huesos y cartílagos, e intervenir en el buen funcionamiento del sistema nervioso y muscular, etc. Una de sus funciones principales es neutralizar la acidez en el sistema. Mucha gente que cree tener una deficiencia de calcio sigue una dieta sumamente acidificante, de manera que la neutralización de esta acidez está constantemente usurpando el calcio del cuerpo. Su dieta les suministra el calcio necesario; pero lo están consumiendo continuamente. Todos los productos lácteos, excepto la mantequilla, también son sumamente acidificantes. (La mantequilla es una grasa, por consiguiente es neutra). Lo irónico es que la gente consume leche y productos lácteos para asegurarse el calcio y el calcio que ya existe en su organismo se consume para neutralizar los efectos de la leche y productos lácteos que van tomando. La idea no debe ser recargar el cuerpo de calcio, sino más bien alterar los hábitos alimentarios de manera que se forme menos ácido en el sistema.

La leche provoca exceso de mucosidad, tanto a nivel de las membranas mucosas del aparato respiratorio como digestivo, porque sus toxinas se eliminan mediante el moco. El causante principal es la caseína.

Con un exceso de cereales, sobre todo si son refinados, pasa lo mismo. Lo que produce más moco en los cereales es el gluten, y los que no lo contienen forman menos mucosidades. ¿No habéis hablado nunca con una de esas personas que cada diez palabras hacen un ruido gutural, pues intentan librarse de la mucosidad acumulada en el fondo de la garganta? La próxima vez que estéis con alguien así, preguntadle con qué frecuencia consume leche y productos lácteos. La probabilidad de que os responda nunca o rara vez es muy remota.

*Como resumen, expongo lo que narra una autora nutricionista molecular, muy reconocida, sobre la leche y los productos lácteos:

Éstos, aparte de no ser recomendables por su alto contenido en grasas saturadas y proinflamatorias, suelen producir una gran variedad de problemas para la salud. El problema más destacado y poco reconocido es que son alimentos muy dados a producir intolerancias, que en muchas personas pasan desapercibidas. Cuando nacemos nuestro aparato digestivo no está formado, y por este motivo es importante que nos alimenten con leche materna. A través de la porosidad intestinal propia del recién nacido se absorben los nutrientes de este alimento. Cuando nos empiezan a salir los dientes perdemos las enzimas que digieren la leche, puesto que ya estamos preparados para comer más sólido. Es en ese momento cuando se empiezan a introducir otros alimentos con mucho cuidado, ya que nuestro aparato digestivo todavía es inmaduro y muy permeable. Entre éstos, uno de los favoritos es la leche de vaca, y con ella comienzan muchos de los problemas de salud que arrastramos durante toda la vida. La leche de vaca contiene una estructura molecular demasiado grande para el bebé. La leche tiene la capacidad de permeabilizar el aparato digestivo del ternero para que sus nutrientes se absorban debidamente. El mismo efecto ocurre cuando se alimenta con leche de vaca a un bebé. A través de esta permeabilidad se absorben las moléculas de la leche, que resultan demasiado grandes para el organismo de un bebé. Esto pone al sistema inmunitario en estado de alerta, lo cual puede causar inflamación crónica, alergias y, con el tiempo, debilitar dicho sistema. Estas repercusiones suelen acompañar al individuo durante toda su vida, aunque varíen las manifestaciones. Por ejemplo, en un principio el bebé puede presentar cólicos, problemas de oído y catarros continuos; de niño, los síntomas suelen manifestarse en forma de terrores nocturnos, asma o hiperactividad; en la adolescencia puede aparecer acné, depresión y dolores de cabeza; en la juventud, problemas intestinales y menstruales; en la madurez y vejez, artritis y osteoporosis.

Todos estos desequilibrios de salud tienen un mismo origen: intolerancia a los productos lácteos. Por si fuera poco, la leche y los productos lácteos producen mucha mucosidad, taponan el sistema linfático (el que nos ayuda a desintoxicarnos), bloquean la absorción intestinal y congestionan el sistema respiratorio.

No hay que tener miedo a una posible carencia de calcio cuando se eliminan los productos lácteos de la dieta. La leche es alta en este mineral pero baja en magnesio, el cual es indispensable para ayudar a la absorción del calcio en los huesos. Entre los mejores alimentos en estos dos minerales (calcio y magnesio), se encuentran los vegetales de un verde oscuro –riquísimos en magnesio-: apio, col, brócoli, nabos, higos y ciruelas secas, harina de algarroba, olivas, algas (especialmente las Hiziki), frutos secos (almendras, nueces, avellanas) y semillas (de sésamo, de lino, de chía, etc.).

→ La industria láctea

Como otros mamíferos, las vacas solo dan leche cuando están embarazadas o tienen un recién nacido que alimentar. Así que la industria insemina, o sea embaraza a las vacas a partir de la edad de 12 meses; una y otra vez (cada año) para que prosiga la producción de leche.

Y como verán, es un proceso rutinario. Primero, la industria masturba a unos toros utilizando las manos o con un eyaculador eléctrico, el cual es básicamente un consolador gigante para toros; se lo meten en el ano hasta que el toro eyacula. Este semen es recolectado e introducido dentro de la vagina de la vaca utilizando un tubo largo, mientras están confinadas en unas jaulas llamadas: jaulas de violación. Y algunas veces meten el puño en el ano de la vaca para despejar el área y que la fertilización sea posible.

Y cuando la cría bebe, enseguida la retiran de la madre y la encierran en una jaula, puesto que si estuviera con su madre se tomaría una leche que nos destinan a nosotros. El vínculo entre la vaca y su hijo es muy fuerte, con lo que la vaca llora por días buscando a su bebé; ¿qué le importa al ganadero?

Si el bebé es un macho será degollado por la industria, y si es una hembra será criada para ser una máquina de leche, como su mamá. Así que a las vacas se las embaraza repetidamente para mantenerlas lactantes. Esto las lleva a envejecer prematuramente, estar exhaustas, sufrir mastitis (inflamación e infección de las mamas). Pus y sangre son comunes en la leche de las vacas. En Europa, Australia, Nueva Zelanda y Canadá admiten por ley hasta 40.000 células somáticas por mililitro de leche; en otros páises, como Estados Unidos o Brasil, aún permiten mayor cantidad. La mayoría de las células somáticas son glóbulos blancos que hacen lo mismo, forman pus. Y mientras más bacterias, inflamación e infección haya, mayor será la cantidad de las células somáticas.

Cuando finalmente la vaca está física y emocionalmente exhausta, se colapsa. A estas vacas se las llama “caídas”; las conducen a los mataderos para producir bistecs.

Es común en la industria, incluso en las granjas “orgánicas”, que las vacas caigan después de 4 o 5 años de producción continua de leche. En realidad, la industria lechera y la industria cárnica son la misma: las vacas que producen la leche que compras a diario terminan convirtiéndose en el bistec que luego consumes.

¿Cuál es la esperanza de vida natural de una vaca? Entre 20 y 25 años.

Y en cuanto al calcio, estudios tras estudios muestran que quienes consumen leche y lácteos tienen mayores probabilidades de fractura de huesos y osteoporosis. Sin embargo, hay docenas de increíbles opciones a base de plantas para obtener calcio.

La industria láctea ha corrompido el sistema de educación; ha puesto en marcha programas de nutrición y otros medios para convencernos de que necesitamos tomar leche. Pero cuando estás en la escuela aprendiendo lo buena que al parecer es la leche para ti, no es porque haya un buen número de personas a quienes les interesa tu salud, sino porque la industria láctea les paga un montón de dinero para que contribuyan a la difusión del falso mensaje…

También intenta difundir la misma mentira a través de la publicidad en los medios. Y por supuesto, remunera a los médicos, quienes asisten a un curso de nutrición de sólo un par de horas, para que te digan que es necesario consumir leche.

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