03 enero

Todo sobre el azúcar

Fuente: https://www.crudivegania.org/el-azucar-blanco-el-veneno-legal/

¿Se puede considerar al azúcar blanco como un alimento? Imposible, el azúcar blanco refinado no lo es. Es una sustancia química pura, extraída de fuentes vegetales; más pura de hecho que la cocaína, a la que se parece en muchos aspectos.

Su verdadero nombre es sucrosa o sacarosa, y su fórmula química es C12H22O11. Tiene doce átomos de carbono, veinte de hidrógeno y once de oxígeno y absolutamente nada más que ofrecer. El azúcar refinado no tiene vitaminas, ni minerales útiles, ni enzimas, ni microelementos, ni fibra, ni proteínas, ni grasas: no aporta ningún beneficio en la alimentación humana.

¿Acaso el azúcar no es una fuente excelente de energía? Sí lo es; pero no del tipo de energía que necesitas. La venta de azúcar es un gran negocio, uno de los negocios más grandes de la industria alimentaria en todo el mundo. La única energía que proporciona consiste en calorías. Lo único que hace es engordar y, peor aún, si te sientes cansado y falto de vigor, un terrón de azúcar te hará sentir más aletargado y te provocará un apetito voraz.

¿Cómo es posible esto?

Muy fácil. La sucrosa es una combinación de dos azúcares simples: la glucosa y la fructosa. Hay una enzima en los intestinos, conocida como sucrasa, que descompone rápidamente la sucrosa en glucosa y fructosa. La corriente sanguínea absorbe la glucosa y su excedente se almacena en el hígado. Es la gasolina del cuerpo y tiene que haber una cantidad constante de ella para poder realizar cualquier trabajo: el funcionamiento de los músculos, los movimientos físicos, la digestión, los latidos del corazón, hasta el acto de pensar...

Como resultado, se llevan a cabo una serie de mecanismos complejos para mantener en un mismo nivel la glucosa dentro de la corriente sanguínea. Esta concentración es de una media de cien miligramos por cada cien mililitros de sangre, lo que viene a ser aproximadamente un gramo de azúcar por cada litro. Si la concentración del azúcar en la sangre supera este nivel, el páncreas comienza a liberar una sustancia química llamada insulina, la cual sirve para neutralizar la glucosa y bajar su nivel en la sangre. Si esta concentración baja mucho el hígado, donde hay glucosa almacenada, la libera en forma de una sustancia llamada glucógeno.

Teniendo este mecanismo básico en mente, es fácil darse cuenta de cómo el azúcar refinado afecta al organismo. Supongamos que has tenido un día complicado en la oficina; a las tres te sientes exhausto, pero aún faltan dos horas para salir. Entonces recuerdas los anuncios que hablan de que «el azúcar es energía». Te lo crees y te bebes una taza de café con mucho azúcar y quizás devoras dos barras de caramelo. Acabas de congestionar tu organismo con casi cien gramos de azúcar puro y la glucosa de tu sangre de repente sube hasta ciento ochenta miligramos por ciento. Te has ocasionado una «diabetes temporal», o expresado con más delicadeza, una hiperglucemia. Te sientes débil, cansado y falto de energía. Si tienes suerte, tu páncreas empezará desesperadamente a producir insulina para contrarrestar la sobredosis de azúcar, y en una hora, más o menos, te sentirás mejor.

Probablemente habrás gastado un euro, le habrás extraído a tu páncreas su preciosa insulina, y te habrás saturado con 750 calorías que no necesitabas ni deseabas. Además, la cantidad exagerada de insulina secretada por el páncreas ocasiona que empieces a sentir un hambre increíble. ¿Piensas que te engañaron? Claro que sí.

El azúcar también se usa para adulterar el pan. El «pan blanco enriquecido» que venden en el supermercado contiene alrededor del 10% de azúcar refinado. Su propósito es hacer el producto más dulce y pesado, ya que también se vende por peso. Asimismo, encubre el sabor horroroso de la harina refinada y de las diversas sustancias químicas agregadas. De esta manera, el azúcar se usa para adulterar el pan.

También se encuentra como ingrediente en muchos otros alimentos en los que no tiene por qué estar. Cuando haces sopa en casa, ¿le añades azúcar? ¿O a la mayonesa? ¿A las galletas saladas? ¿A las verduras frescas?... Los procesadores de alimentos incorporan el azúcar en todos ellos. También es un ingrediente prominente en estos alimentos semipreparados o ya preparados: crema de cacahuete, alimentos para el bebé, salsa para tallarines, comidas congeladas, pizza congelada, aderezos para ensaladas, algunos cafés instantáneos, postres de gelatina, verduras enlatadas, zumo de tomate, salchichas y estos polos de colores brillantes que se utilizan para preparar bebidas con sabor a frutas.

Una rápida revisión a los productos alimenticios más comunes te mostrará lo fácil que es llegar a los setenta y cinco kilos de azúcar, que la mayoría de los estadounidenses consume al año.

Las bebidas de cola proporcionan el 100% de sus calorías con el azúcar que contienen.

¿Y cómo empezó este negocio?

Bueno, además de ser barato, el azúcar es una buena amiga de los procesadores en muchos otros aspectos. Disimula el sabor de ingredientes inferiores y, a veces, hasta en estado de descomposición. La carne, que probablemente uno no podría tomar en otra forma, casi sabe bien cuando se le agrega azúcar. Las cadenas de restaurantes de comidas rápidas estiman el azúcar. La ponen en la carne picada inferior, en los hot dogs, en el pollo frito, en los hot cakes, en las tortas de pescado y en casi todo. Si tienen suficiente azúcar (y sal), la mayoría de los alimentos de rápida preparación saben bien como para comerlos.

Pero el truco más sucio, en cuanto al azúcar, se les juega a los consumidores más inocentes e indefensos. ¿A quiénes? A los bebés. Las compañías gigantescas que elaboran «alimentos» para bebés saben dos cosas importantes referentes a la venta de estos productos. En primer lugar, deben hacer que los bebés se coman sus productos. Y esto es un problema. La «comida» para bebés está sobrecocinada, sobreprocesada, es simple y no tiene gusto. Por eso es tan esponjosa, pastosa y espantosa a la vista. Pero el ingrediente secreto es el azúcar. Una buena cantidad hace que las verduras, las frutas, y todo lo demás que se prepara para el bebé sea más aceptable para éste y, sobre todo, para la madre. Si los niños se comen esta pasta salada impregnada de azúcar, que pasa por «alimento», la madre se siente feliz. Da de comer a su bebé más rápidamente y le queda tiempo para ella. Pero hay, además, otra ventaja comercial en el añadido de azúcar a la «comida» para bebé: le engorda.

Hace setenta y cinco años la tuberculosis era un problema serio de salud, y uno de los síntomas obvios de esta enfermedad era una grave falta de peso. En esta época, los niños gordos estaban libres de tuberculosis. Aunque hoy en día está bajo control, a las madres modernas todavía les gustan los bebés grandes. Y los pediatras los pesan en cada visita y anotan el peso en su registro especial. Los niños que se alimentan con «comida» especial, ya preparada, son grandes y los bebés gordos producen beneficios. Pero, ¿en realidad están sanos éstos? No. Los niños delgados son sanos. Los bebés gordos serán adultos gordos. Los adultos gordos tienden a ser adultos muertos. El azúcar no tiene por qué estar en los alimentos del bebé. Y sólo hay otro alimento en el que el azúcar hace más daño aún.

¿Cuál es? Las fórmulas para lactantes. Sólo hay un alimento nutritivamente adecuado para los lactantes: la leche materna. Es perfecta desde todos los aspectos, tanto para la madre como para el bebé. Sólo que no es rentable, y sí lo es, y mucho, la venta de leches de imitación. Son baratas en su elaboración, duran indefinidamente y se venden a precios muy altos. Engordan a los bebés, hacen más fácil la vida a la madre y enriquecen a las empresas que las comercializan.

Pero, si no son buenas para los bebés, ¿cómo es que las venden tanto y cómo es que los pediatras las recomiendan?

Porque los pediatras no son expertos en nutrición. Son hombres y mujeres bien intencionados que trabajan intensamente, una diaria lucha contra la enfermedad. La mayor parte de ellos no tiene tiempo para dedicarse a estudiar una mejor nutrición. Además, los vendedores de leche artificial parten con ventaja. En la actualidad, cuando una madre sale del hospital le ofrecen una gran caja de leche artificial para que el bebé se aficione a ella. Una de las compañías internacionales más grandes que elabora «fórmulas para lactantes», incluso contrata a mujeres vendedoras y las viste de enfermeras para que recorran las poblaciones africanas, dicen a las madres que su leche enfermará a los bebés y que su única esperanza es comprar la fórmula artificial.

Veamos cuál es su contenido.

El ingrediente básico es leche de vaca desnatada y desecada. El segundo es lactosa, un tipo de azúcar refinada compuesta de glucosa y galactosa. El siguiente ingrediente, en orden de cantidad, es nuestro viejo amigo, el aceite de coco. ¡Uf! Ingiere una mezcla de leche descremada en polvo, azúcar y aceite de coco durante el día y comprenderás por qué tu bebé la escupe. El resto de la larga lista de vitaminas y minerales artificiales está presente en la mezcla en cantidades infinitesimales. La única razón por la que los bebés toman estas fórmulas es porque no pueden salir de la cuna e ir al refrigerador para buscar algo decente. Es más, las «fórmulas para lactantes» y los alimentos para bebé que contienen sobredosis de azúcar predisponen a los chicos a cosas peores.

¿A qué cosas?

A una vida de adicción al azúcar. Una vez que el sabor de los alimentos endulzados en extremo queda grabado en el paladar del niño, permanece ahí para siempre. El niño estadounidense promedio consume al año más de diez kilos de dulces y caramelos, casi quinientas botellas de bebidas endulzadas y doscientas piezas de chicle. La mayoría de los adultos no ingiere nada que no esté muy azucarado, desde vino, cerveza y cócteles, hasta bocadillos, aperitivos y verduras congeladas. (Sí, la cerveza contiene mucho azúcar, se llama maltosa). Éstas son malas noticias para todos, excepto para los que comercializan con el azúcar.

Una de las consecuencias de estas malas noticias son las caries dentales. El coste de los tratamientos actualmente, en Estados Unidos, alcanza los seis millones de dólares. Y la tasa de dientes cariados aumenta tan rápidamente que si los dentistas del país trabajan cuatro horas diarias, durante los siete días de la semana, tapando dientes cariados, al final del año habría la misma cantidad de dientes esperando ser tapados que los que había al principio del año. Viéndolo de otra manera, por cada cien hombres que entran al servicio militar los dentistas militares tapan seiscientos dientes, hacen 112 extracciones y colocan cuarenta piezas postizas. La causa principal de las caries la constituye el azúcar refinado en la alimentación.

Hay una solución más segura y efectiva: dejar de ingerirlo.

También acontece otro pequeño problema cuando se ingiere tanto azúcar.

¿Cuál es?

Que le puede causar a uno la muerte. No hay duda de que la diabetes mellitus, conocida como «diabetes de azúcar», es ocasionada por el consumo excesivo de azúcar refinado y, en menor grado, de carbohidratos refinados. Veamos en qué consiste la diabetes para entender qué papel juega el azúcar en su origen. Cuando se consume refinado y penetra en el torrente sanguíneo, el páncreas produce una sustancia química llamada insulina, la cual regula el nivel del azúcar en la sangre.

La insulina tiene efectos inmediatos en la reducción del nivel de azúcar en la sangre para proteger los órganos vitales, incluyendo el cerebro, de una sobredosis de azúcar.

Una cantidad excesiva en la sangre puede ocasionar un sufrimiento que se conoce como coma diabético; éste puede producir un daño rápido y permanente en el cerebro, y después la muerte. Por otro lado, una cantidad excesiva de insulina puede provocar un choque insulínico, que también puede producir daño cerebral y muerte. Por eso el diabético, durante toda su vida, oscila entre el coma diabético y el choque insulínico. Todavía peor, los diabéticos y sus parientes tienen que aceptar la realidad, no importa lo desagradable que sea, si quieren tener una oportunidad para superar esta enfermedad.

No importa el cuidado con que controle su dieta; no importa la constancia con que tome insulina; el diabético puede adquirir una grave infección a partir del más leve rasguño; o puede empezar a sufrir gangrena en dedos de manos y pies, así como en otras partes del cuerpo, sin previo aviso, debiendo sufrir la amputación. Es extremadamente vulnerable a la presión sanguínea alta, hay una tasa muy elevada de ataques cardíacos entre los diabéticos. Y también la posibilidad de que queden ciegos parcial o totalmente. La insuficiencia renal es otro peligro serio. Muchos diabéticos hombres pueden esperar una impotencia sexual total y permanente; la cual todavía no es curable, ni existe tratamiento para ella. Hasta la tuberculosis acontece dos veces más entre diabéticos que entre los que no lo son. Y la medicina moderna no tiene nada más que ofrecer que una receta para una jeringa, una aguja y un frasco de insulina. El médico prescribe una dieta, que ninguna persona normal podría seguir, y le da otra cita para el mes siguiente. Este tratamiento es lo que ha enriquecido fabulosamente a los pocos laboratorios que producen la insulina y, al mismo tiempo, ha convertido en adictos a los doce millones de diabéticos que se calcula que hay en los Estados Unidos.

Se han elaborado medicamentos antidiabéticos orales, pero no han sido muy efectivos, y ya se han retirado precipitadamente del mercado uno o dos. No obstante, hay una manera para mejorar la salud del enfermo que no cuesta un centavo y que, en realidad, le puede ayudar a superar su dolencia. ¿Cuál es? Bueno, en primer lugar debemos comprender que la diabetes no es simplemente una deficiencia de insulina. De hecho el diabético tiende a producir más insulina de la esperada. La diabetes es el resultado del agotamiento del páncreas por una constante sobredosis de azúcar refinado y carbohidratos refinados.

Hay tantas pruebas de ello que es increíble que se haya pasado por alto durante tanto tiempo. El resultado que viene a continuación es la evidencia científica, incontrovertible, que establece a la diabetes como el resultado del agotamiento pancreático por el consumo excesivo de azúcares (y carbohidratos):

La diabetes es casi desconocida en los países no industrializados (erróneamente llamados «primitivos» o «retrasados»), donde casi no se consume azúcar ni carbohidratos refinados.

Tan pronto como las poblaciones de estos países comienzan a consumirlos, la diabetes aumenta. Generalmente, hay un período de veinte años a partir del principio de este consumo hasta la incidencia en gran escala de epidemia de diabetes.

Como corolario al inciso número 2, el período latente en el individuo promedio también es de veinte años, empezando con el consumo fuerte de azúcar durante la infancia.

Se ha empleado mal la creencia de que la diabetes tiene un componente hereditario, para insistir en que la cantidad de azúcar refinado que se ingiere no tiene nada que ver con la enfermedad. Esto es falso. Escuchemos lo que dicen libros de referencia aceptados, como es The Merck Manual of Diagnosis and Treatment:

«A pesar de que desde hace mucho tiempo se ha reconocido la existencia de un componente genético en los diabéticos, la forma en que éste se pueda heredar todavía no se ha definido. Los datos epidemiológicos se inclinan más hacia un patrón autosómico recesivo, aunque no queda excluido un modelo hereditario multifactorial».

Es tranquilizante. En realidad, esto último traducido a un lenguaje accesible quedaría así: «Los médicos han notado que la tendencia hacia la diabetes se repite dentro de la misma familia, pero no saben exactamente cómo sucede esto. Después de revisar y estudiar muchos diabéticos parece que los genes recesivos tienen algo que ver; pero nadie sabe en realidad qué es lo que pasa».

Está bien, volvamos a la realidad. Si los padres consumen mucho azúcar, el hijo que está a la mesa con ellos también la consumirá en grandes cantidades. Todos tenemos un organismo diferente y un páncreas diferente, por eso algunas personas pueden asimilarlo más que otros. Pero si mamá y papá le dan a su bebé una fórmula láctea que contiene más de la mitad de azúcar y lo crían con «alimentos» para bebés que ya vienen preparados, las probabilidades de que padezca diabetes cuando crezca son grandes. Y si después sigue tomando «cereal», del que ya hemos hablado, que contiene 56,45% de azúcar, ¿qué le espera al pobre niño?

Se han llevado a cabo estudios científicos meticulosos y responsables, en los que se han rastreado los orígenes de la diabetes en razas que, alguna vez, se encontraron totalmente libres de este sufrimiento, y se ha llegado al momento en que su consumo de azúcar refinado aumentó. Estos estudios abarcan las siguientes naciones: Islandia, Israel, Sudáfrica, India, Trinidad, los esquimales de Canadá, los esquimales de Groenlandia, Bangladesh, los indios cheroqui, Yemen, Nueva guinea, Polinesia y varias docenas más.

En cada caso los resultados fueron idénticos: virtualmente cero diabetes hasta que el grupo comenzó a consumir azúcar refinada en grandes cantidades, de treinta y cincuenta kilos al año, es decir, algo menos que lo consumido por los norteamericanos.

Este polvo blanco cristalino, llamado azúcar, ha ocasionado más sufrimientos y muertes a la raza humana que el polvo blanco cristalino, denominado cocaína. Si uno vende un kilo de esto se convierte en criminal y tiene que pagar una pena de veinte años de prisión. Si uno vende un kilo de azúcar se convierte en tendero.

Bueno, ahora volvamos a nuestro asunto. En primer lugar, para salvar a tus niños de la diabetes entra en la despensa de tu cocina y tira todo aquello que contenga azúcar refinado. Lee las etiquetas y si encuentras cualquiera de estas palabras tira el recipiente y el contenido: sucrosa, fructosa, glucosa, maltosa, lactosa, galactosa, miel de caña, miel de maíz, azúcar de maíz, azúcar invertida, dextrosa y cualquier otra cosa que sugiera azúcar refinada. Desecha la mayonesa, la salsa ketchup, todos los refrescos, todos los cereales para el desayuno que contengan azúcar, todos los pastelitos comerciales, pasteles, dulces, galletas, bocadillos y postres de gelatina comerciales, y todo aquello que sea fuente oculta de azúcar refinado.

Tira todo el pan blanco de imitación, a menos que el vendedor pueda certificar que no contiene azúcar de ningún tipo. En resumen, que tu hogar quede lo más libre posible de azúcar refinado. Al final de este capítulo mencionaremos el tipo de edulcorantes que se pueden usar sin correr riesgo. Después, siga el mismo procedimiento con respecto a todo tipo de carbohidratos refinados. Deshazte de todo lo que contenga harina blanca refinada. Tira el arroz blanco, la harina blanca y las pastas de harina refinada, aunque sean de color amarillo. También los tallarines y los macarrones blancos, y cualquiera de las cincuenta variedades de pastas que pueda haber en casa.

Basada en evidencia científica abrumadora, ésta es la única y más efectiva medida que puede uno tomar para protegerse a sí mismo y a su familia de esta terrible enfermedad. Si usted ya es diabético, dígale a su médico que estudie las nuevas e importantes técnicas de tratamiento, junto con una dieta alta en carbohidratos y fibra. En realidad sólo consiste en darle al diabético una dieta normal, compuesta de carbohidratos no refinados y mucha fibra.

El tratamiento de la diabetes se basa en el hecho de que el diabético puede producir hasta el 60% de la insulina que necesita. Si se le dan carbohidratos sin criterios de páncreas dañado podrá hacer su trabajo más o menos bien. Pero si se le abruma con helado, bizcocho y galletas saladas no tendrá oportunidad de hacerlo. Es como pedirle a alguien que mueva 250 kilos de un lado a otro de la habitación. Si trata de hacerlo de una sola vez se puede rasgar un músculo, elevar su presión sanguínea, provocar una hernia y quizás hasta un ataque cardíaco. Pero si mueve doce kilos cada vez, no hay esfuerzo. Muchos diabéticos pueden incluso asimilar carbohidratos no refinados en cantidades razonables, si además consumen cantidades generosas de fibra. En algunos experimentos, una dieta de alta fibra con carbohidratos no refinados ha permitido a algunos diabéticos dejar la insulina por completo, y otros han reducido enormemente la cantidad necesaria de ella.

Un resumen de lo dicho:

La diabetes es una enfermedad común, la incidencia va en aumento en los países industrializados. Ésta se relaciona directamente con el consumo de azúcar refinado y de carbohidratos refinados (harinas, pastas, cereales y arroz blanco).

La diabetes es una enfermedad virtualmente desconocida en las sociedades que no consumen ni azúcar refinado ni carbohidratos refinados.

Las personas pertenecientes a estas sociedades que de repente ingieren grandes cantidades de los mismos empiezan a sufrir de diabetes.

La insulina no es un tratamiento efectivo para la diabetes. Les da a los diabéticos y a los médicos la peligrosa ilusión de que pueden tomar azúcar y carbohidratos refinados sin dañarse a sí mismos.

Las pruebas han demostrado que las dietas de alta fibra, libres de todo lo refinado, pueden disminuir o eliminar la necesidad de insulina en los diabéticos.

La mejor manera de prevenirla es seguir el ejemplo de las llamadas sociedades primitivas: eliminar lo más completamente posible el azúcar y los carbohidratos refinados, y especialmente de la dieta para niños.

El logro más impresionante de los tratamientos modernos es que la tasa de mortalidad ha aumentado en un 52% en los últimos setenta años. Pero hay algo peor que eso. En 1900 no había antibióticos, ni hospitales modernos. No existía la prueba de la orina para el azúcar, no había ordenadores médicos de millones de dólares, y no había superespecialistas en diabetes. Generalmente, un simple rasguño o una uña enterrada del pie eran motivo suficiente para enviar a un diabético a la tumba. Hoy tenemos todo, incluyendo la insulina, y mueren un cincuenta por ciento más de diabéticos que a principios de siglo. ¿Podrían ser responsables los bizcochos y las galletas saladas? ¿O podría ser la insulina?

Detrás de la tasa de mortalidad tan astronómicamente alta de la diabetes aparecen cifras aún más impresionantes, puesto que la mayoría de los diabéticos mueren de infartos y de insuficiencia renal, ocasionados por la misma enfermedad.

Nutrientes y minerales en el azúcar:

Calcio, cero; Fósforo, cero; Hierro, cero; Potasio, 0,85: Sodio, 0,28. Vitaminas: Tiamina, 0; Riboflavina, cero; Niacina, cero.

Miel de caña: Calcio, 195 mg ; Fósforo, 24 mg ; Hierro, 06/04; Potasio, 836 mg ; Sodio, 27 mg. Vitaminas: Tiamina, 0,3; Riboflavina, 0,5 ; Niacina, 57 mg.

Aquí lo tienen, amigos. Cuando comen azúcar no están comiendo nada que sea nutritivo.

No te dejes engañar por los valores del sodio y del potasio. Son las sustancias químicas más comunes sobre la tierra, se encuentran en todas partes.

Bueno, si el azúcar es tan horrible, ¿qué tal los edulcorantes artificiales? Los ciclamatos ocasionan cáncer en los animales de laboratorio.

Entre estos aditivos alimentarios menos conocidos, pero igualmente letales están:

El aceite de cálamo (un saborizante): cáncer en los intestinos.

El safrol (un agente saborizante): cáncer en el hígado.

La tiourea (un preservador): cáncer en el hígado.

El dietilpirocarbonato (un preservador para las bebidas): cáncer.

Todos estos aditivos presentes en los alimentos en cantidades peligrosas ocasionan cáncer. Algunos de ellos finalmente quedaron excluidos; pero sólo después de una gran batalla jurídica contra los procesadores de alimentos y contra los vendedores de éstos. Hay casi cinco mil sustancias químicas exóticas que se añaden en la actualidad; muchas de ellas son sospechosas de causar enfermedades.

Ahora que se han eliminado los ciclamatos, aunque los elaboradores de alimentos aún luchan por volver a utilizar, el principal dulcificante artificial en Estados Unidos es la sacarina. En 1879 Constantine Fahlberg e Ira Remsen la descubrieron. Proviene del alquitrán de hulla, una sustancia negra pegajosa y de consistencia gomosa que se deriva del carbón mineral. (Por cierto, estos colorantes artificiales que producen cáncer también provienen del alquitrán de hulla). En 1907, bajo la presidencia de Teddy Roosevelt, se estableció la Junta de Inspección de Alimentos y Medicamentos (la precursora de la Dirección de Alimentos y Medicamentos). El doctor Harvey Wiley fue el primer director, y su primer acto oficial consistió en prohibir el uso de la sacarina por ser una sustancia química peligrosa.

Si la prohibieron, ¿cómo es que mi bebida dietética tiene sacarina? Gracias al terco Teddy Roosevelt. Cuando se enteró montó en cólera, pues siendo un poco gordo le gustaba usarla en el café. Nombró una comisión para que volviera a evaluar el peligro de la sacarina. Y adivine quién estaba en ella. Un pequeño hombre llamado Ira Remsen, el padre de la sacarina. Por supuesto, se podía predecir que la comisión decidiría que no había peligro en su uso, por lo que ahora se encuentra en todo tipo de alimentos procesados light. Probablemente no se encuentre en todo durante mucho tiempo más; en Canadá, donde a la gente no parece que le guste la idea de morir de cáncer, revisaron el historial médico de las personas que usaban sacarina. Después de estudiar a un grupo de 480 hombres, los investigadores llegaron a la conclusión de que los consumidores de sacarina tenían 170% más de probabilidades de padecer cáncer que los que no la consumían. Esto parece ser lo que trata la cláusula Delaney, ¿verdad?

Tomar azúcar causa: diabetes, obesidad, ataques cardíacos, caries dentales, infecciones orales y vaginales, infecciones urinarias crónicas y ceguera.

Su venta es un gran negocio, uno de los negocios más grandes de la industria alimentaria en todo el mundo.

Por el Dr. David Reuben, extracto de su libro: «Todo lo que usted siempre quiso saber sobre la nutrición». Páginas 207-235. México DF. 1981.

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